... Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Mateo 28:19,20

Los Muertos y la Inmortalidad del Alma

{ por Miguel Cabán }

"No habéis leído lo que os fue dicho por Dios, ... yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mateo 22:31-32).

¿Qué quiso decir Jesús con estas palabras?

Algunos citan este pasaje para tratar de probar que los muertos están conscientes. Pero examinemos el contexto para darnos cuenta qué doctrina bíblica reafirmó Jesús con estas palabras.

Era ley entre los judíos que si un hombre casado moría sin dejar hijos, su hermano o pariente más cercano debía tomar a la viuda como mujer, y el hijo que naciera debía llevar el nombre del difunto para que su nombre "no fuera borrado [olvidado] de Israel" (Deuteronomio 25:10).

Los saduceos -que no creían en la resurrección- dijeron a Jesús: Una mujer se casó y enviudó sin tener hijos. Luego la tomó como mujer el siguiente hermano del difunto; pero murió y tampoco le dejó hijos. Los cinco hermanos restantes tomaron, en su orden, la mujer por esposa. Pues todos morían sin dejarle hijos. Y entonces los saduceos le preguntaron a Jesús: "En la resurrección, pues de cuál de los siete [hermanos] será ella mujer, ya que todos la tuvieron?" (S. Mateo 22:28).

A Jesús no se le ha preguntado que si los muertos están conscientes hasta el día de la resurrección, sino de cuál de los siete hermanos será la mujer cuando todos resuciten. Y Cristo deja bien sentado el significado de sus palabras: que los muertos resucitarán.

El pasaje paralelo de San Lucas dice así: "Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven" (20:37-38).

"Para él todos viven" Esto es: de acuerdo al eterno propósito de Dios, vivirán de nuevo. "El que cree en mí" -dijo Jesús frente a la tumba de Lázaro-, "aunque esté muerto, vivirá" (S. Juan 11:25).

Los muertos en Cristo descansan en sus tumbas, pero El los resucitará para vida eterna, pues El es Dios "de vivos". De acuerdo al eterno propósito de Dios, "viven", porque Dios "llama las cosas que [aún] no son, como si [ya] fuesen" (Romanos 4:17). Amigo lector: esta hermosa promesa de resucitar y vivir eternamente también es para ti. (El Centinela, marzo 1985, pág. 11. Sección a cargo del Lcdo. Juan J. Suárez.)

"Y el espíritu vuelve a Dios que lo dio" (Eclesiastés 12:7).

La palabra clave de este pasaje bíblico es espíritu. Qué quiere decir esta palabra? Es lo mismo que alma según entiende la gente? ¿Es el espíritu una entidad capaz de pensar, de sentir, de sufrir y de comunicarse con los vivos? Ya lo veremos.

Cuando uno trata de comprender el significado de algunas palabras que se usan en la Biblia, debe recordar que las Escrituras fueron redactadas en hebreo (Antiguo Testamento) y en griego (Nuevo Testamento). El pasaje que nos ocupa. Eclesiastés 12:7, fue escrito originalmente en hebreo. El sabio Salomón, autor inspirado por Dios del libro bíblico mencionado, usó en dicho pasaje la palabra hebrea ruaj, la que en la versión de Valera revisada en 1960 se ha traducido como espíritu.

Veamos ahora esto: el texto hebreo de Salmo 104:29 también emplea esta palabrita ruaj, pero la misma versión de Valera revisada no la traduce como espíritu (como en el caso de Eclesiastés 12:7); en cambio, usa el término hálito: "Les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo".

Entonces, la versión mencionada ha traducido en forma diferente la misma expresión hebrea (ruaj) usada en situaciones parecidas (en relación con la muerte): una vez más aparece como espíritu y la otra como hálito. No hay nada lógico que justifique este cambio que se ha hecho en la traducción.

Pero hay otras versiones de la Biblia que han traducido correctamente la a expresión que nos ocupa. Por ejemplo, en la versión católica de Bover-Cántera leemos el pasaje de Eclesiastés 12:7 traducido en forma correcta: "Y el hálito vital vuelva a Dios que lo dio". ¿Lo ve Ud.? Aquí no se habla de ningún espíritu que vuelve a Dios. En esta misma versión leemos el pasaje de Salmos 104:29 (pero aquí este salmo figura como Salmos 103:29) como sigue: "Si el soplo les retiras, pues fenecen, y de nuevo retornan a su polvo". Entonces, en esta versión católica se ha traducido la palabra hebrea rual una vez como hálito vital y otra vez como soplo. Así está bien, porque ambos términos significan una misma a cosa, perfectamente comprensible.

Lea Génesis 2:7 en la misma versión católica de Bover-Cántera a fin de comprender mejor aún este asunto: "Entonces formó Yahveh Dios al hombre [adam] del polvo del suelo [adamá] e, insuando en sus narices aliento vital, quedó constituido el hombre como ser vivo".

Dios, la Fuente de toda vida, puso el hálito vital en el cuerpo inanimado de Adán, el hombre creado por Dios mismo. Entonces, cuando la persona muere, Dios recoge ese hálito vital; lo que vuelve a Dios es sencillamente el principio vital impartido por Dios tanto a los hombres como a los animales (véase Eclesiastés 3:19-21).

Entonces, ya va Ud. viendo que la expresión "el espíritu vuelva a Dios que lo dio" -que le preocupa- no significa que el alma, espíritu o entidad consciente alguna salga del que muere para volver a Dios.

Hay otro pasaje bíblico en el que se emplea tres veces en el original hebreo (recuerde que el Antiguo Testamento fue escrito originalmente en hebreo) la palabra ruaj refiriéndose también a la muerte. Primero lo daremos tal como aparece en la versión de Valera, revisión de 1960:

"Porque lo que sucede a los hijos de los hombres y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos... Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?" (Eclesiastés 3:1-21).

Otra vez en este caso los traductores han elegido traducir exactamente la misma palabra hebrea (ruaj) en diferentes formas: la primera vez han usado respiración y la segunda y tercera vez han empleado el término espíritu. Hubiera sido tanto más claro emplear aliento o hálito vital.

Pero otras versiones usan una misma expresión en los tres casos, lo cual evita toda confusión. La excelente versión católica llamada Biblia de Jerusalén, dice: "Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como el otro; y ambos tienen el mismo aliento de vida... Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?" En los tres casos se habla de aliento de vida" y no de "espíritu" o ser inmaterial dotado de razón que sale del cuerpo cuando éste muere.

La versión de Bover-Cántera también usa una misma expresión en los tres casos del pasaje de Eclesiastés 3:1-21: "Un mismo hálito tienen todos.. Quién sabe si el hálito de los hijos del hombre sube arriba y si el hálito de las bestias desciende abajo hacia la tierra?"

Según esto, tanto hombres como animales tienen un mismo principio vital: los unos como los otros perecen de acuerdo con ciertas leyes establecidas por Dios para regular la vida de hombres y animales. Entonces, no es que el espíritu del hombre y el espíritu del animal ascienden a algún lugar especial para seguir teniendo vida consciente. Sostener tal cosa sería absurdo, porque nadie se atrevería a afirmar que los animales tienen almas o espíritus que van al infierno o al Paraíso. Y si se sostiene que los hombre sí tienen espíritus que son entidades inmateriales dotadas de razón, entonces no se está enseñando la doctrina bíblica, porque "la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de las bestias es una misma para ambos; cual la muerte de uno, así es la del otro" (Eclesiastés 3:19, versión católica de Bover-Cantera).

En resumen, lo que vuelve a Dios no es el alma ni el espíritu consciente, sino el principio vital o el hálito vital con el que el Creador animó al hombre cuando lo creó a su imagen y semejanza. Por lo tanto, nuestros familiares y amigos muertos permanecen en sus tumbas a la espera del día cuando Jesús los resucite para recompensarlos según sus obras, y no andan gozando de glorias paradisíacas ni se están quemando eternamente en medio de sufrimientos atroces, porque "Dios es amor y también es supremamente justo y misericordioso. (El Centinela, mayo 1984, pág. 21. Artículo escrito por Sergio V. Collins).

"Y cuando él abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían. Y clamaban en alta voz diciendo..." (Apocalipsis 6:9-10).

El altar - Este no puede ser ningún altar del cielo, sino que es, evidentemente, el lugar donde las víctimas habían sido muertas, el altar de su sacrificio. Acerca de este punto, Adán Clarke declara: "Le fue presentada una visión simbólica, en la cual vio un altar; y debajo de él, las almas de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios -que habían sufrido el martirio por su amor al cristianismo-, son representadas nuevamente muertas como víctimas de la idolatría y la superstición. El altar está en la tierra, no en el cielo". (Adán Clarke, Commentary on the New Testament, Tomo 1, pág. 994, Nota sobre Apocalipsis 6:9.) Se encuentra una confirmación de esta opinión en el hecho de que Juan está contemplando escenas que ocurren en la tierra. Las almas son representadas debajo del altar, algo así como víctimas muertas sobre él, cuya sangre corriera al pie de él, y ellas cayeran luego a su lado. Las almas debajo del altar Esta representación se considera popularmente como una prueba categórica de que hay espíritus desencarnados y conscientes después de la muerte.

La teoría popular pone a estas almas en el cielo, pero el altar del sacrificio sobre el cual fueron muertas, y debajo del cual se las vio, no puede estar allí. El único altar que se menciona como estando en el cielo es el altar del incienso; pero no sería correcto representarse debajo del altar a las víctimas que acababan de ser muertas, puesto que dicho altar no se dedicó jamás a semejante uso. Pero se insiste en que estas almas deben estar conscientes, porque claman a Dios. Este argumento tendría peso si no existiese una figura del lenguaje que se llama personificación. Pero mientras ella exista, convendrá en ciertas condiciones atribuir vida, acción e inteligencia a los objetos inanimados. Hablando Dios a Caín, dijo: "La voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra." (Génesis 4:9,10); "la piedra clamaba desde la pared y la viga le contestaba" (Habacuc 2:11); el salario "de los trabajadores defraudados clamaba, y el clamor entró en los oídos del Señor de los Ejércitos" (Santiago 5:4). Así también podrían clamar las almas de nuestro texto, y no por ello ser conscientes. (Las Profecías de Daniel y el Apocalipsis, Tomo 11, págs. 91-93 por Urías Smith.)

"Quisiéramos partir del cuerpo, y presentes al Señor" (2 Corintios 5:8).

Esta expresión tampoco apoya la inmortalidad inherente al hombre, porque en ella el apóstol Pablo no afirma que él irá a la presencia del Señor enseguida después de su muerte. Igual que el Señor, él había enseñado que los tales han de recibir la vida eterna, no al morir, sino cuando Cristo regrese a esta tierra para establecer su reino. Escribió así a Timoteo: "Me está guardada ha corona de justicia. La cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mi, sino también a todos los que aman su venida" (2 Timoteo 4:8). Así que la frase "partir del cuerpo, y estar presentes al Señor", no enseña que el hombre sea inmortal, porque el mismo apóstol enseñó que la vida inmortal se recibirá cuando Cristo regrese a esta tierra, y no al morir. (Páginas Orientadoras, Tratado Núm. 17, Cómo alcanzar la vida inmortal.)

Al hablar de "partir del cuerpo", Pablo se refiere a su partida de esta vida para el estado de la muerte, cuando el cuerpo presente "se deshace" (2 Corintios 5:1) en la descomposición orgánica y se torna polvo. Al expresar su deseo de "estar presente al Señor", se refiere al estado de la resurrección, cuando será poseedor de un nuevo cuerpo, revestido de incorrupción e inmortalidad. Este cambio ocurrirá "en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta y los muertos serán levantados sin corrupción y nosotros seremos transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad" (1 Corintios 15:51, 52). (El Misterio del Más Allá, por Roberto León Odom. págs. 77, 78.)