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Donado por Daniel Ordaz C.
Y ahí vamos ahora...
Autor desconocido Es bueno saber que hay hombres de ciencia, pero es mejor que seamos hombre y mujeres de conciencia. Es bueno saber lo que tenemos que hacer, pero es mejor hacer lo que debemos hacer. Es bueno fijarse un propósito, pero es mejor llevarlo a cabo Es bueno desear el éxito pero es mejor hacer lo necesario para lograrlo Es bueno hacer promesas, pero es mejor cumplirlas Es bueno tenerlo todo, pero es mejor compartir con el que no tiene nada Es bueno saberse amado y comprendido, pero es mejor amar y comprender Es bueno procurar no fracasar, pero es mejor ayudar al fracasado Es bueno buscar la verdad, pero es mejor hablar siempre con ella. Es bueno tener fe, pero es mejor sembrarla en quien no conoce a Dios
Autor desconocido
Cierta vez una caminante cayó en un pozo profundo. Varias personas que pasaron por ahí lo vieron luchando por salir del pozo y ... El racionalista le dijo: Es lógico pensar que alquien iba a caer en ese pozo El amigo de lo bello le dijo: ¿Puedo ayudarte a decorar el pozo? El ingeniero le dijo: Ayúdame a medir la profundidad del pozo. El contable le dijo: ¿Pagas impuestos por estar en ese pozo? El crítico le dijo: Me parece que solamente la gente mala caen en un pozo. El optimista le dijo: ¡Alégrate! La vida te pudo haber tratado peor. El médico le dijo: ¿Te lastimaste al caer en el pozo? El periodista le dijo: ¿Y cómo es que caíste en el pozo? El político dijo: Si me elijes, yo haré una ley para que tapen los pozos. El deportista dijo: ¡Salta, salta! A lo mejor sales del pozo. El agente de seguros dijo: Te vendo un seguro contra caídas de pozo.
Pasaba Jesús y al ve al hombre, se inclinó, lo tomó de la mano y lo sacó del pozo.
Una de las mejores ayudas para vencer el descontento es saber que Dios desea que tú seas ti mismo y no que trates de ser otro.
Según una antigua parábola japonesa, había in picapedrero japonés llamado Hashmu que era pobre y a veces refunfuñaba por sus cansadoras tareas. Un día, mientras estaba desmenuzando una piedra, llegó el emperador montado en un hermoso caballo. “¡Qué maravilloso sería si yo pudiera ser el emperador!” pensó Hashmu. Y estando aun las palabras en su mente, una voz dijo: “¡Sea Hashmu el emperador!” Inmediatamente se convirtió en emperador.
Al seguir cabalgando, empezó a sentir el calor del sol. Después decidió ser el sol, y se convirtió en el sol, pero cuando las nubes le impidieron brillar sobre la tierra, pidió ser una nube. Se convirtió en una nube y regó los campos con lluvia. El agua arrastró todo con excepción de una gran roca que estaba en el río. Por lo tanto, Hashmu pensó que era preferible convertirse en una roca, pero cuando un hombre comenzó a cincelarlo con sus herramientas, decidió que quería ser hombre. Y una voz dijo: “¡Hashmu, sé tú mismo!” De modo que Hashmu volvió a tomar sus instrumentos de trabajo y reanudó contento sus tareas.
Había un juez que se sentía constantemente molesto por los comentarios despectivos y el lenguaje ofensivo de un abogado en particular. En lugar de tomar medidas enérgicas contra el abogado y mandarle callar, el juez sonreía y mordía su lápiz. La gente se preguntaba cómo podía ser tan paciente.
En una cena, una vez alguien le preguntó: “¿Por qué no hace algo respecto a ese insolente abogado?” El juez puso su tenedor en el plato, y con la barbilla apoyada sobre las manos contestó: “En nuestra ciudad vive una viuda que tiene un perro. Siempre que hay luna llena, el perro ladra sin cesar toda la noche.”
Luego, el juez reanudó su comida tranquilamente. Una persona le preguntó: “Pero señor juez, ¿qué significa eso del perro y la luna?”
Él contestó: “Pues, que la luna simplemente ¡sigue brillando!”
Seamos como la luna, brillemos para Dios en medio de todos los “perros” que “ladran” a nuestro alrededor.
Nuestras obras no nos puden salvar, pero sí manifiestan nuestro carácter. Demuestran y definien nuestra fe. Si somos seguidores genuinos de Cristo, nuestra vida estaría llena de buenas obras (como fruto de vivir en paz con el Cielo). Si somos cristianos “nominales”, encontraremos que es imposible producir buenas obras, por lo menos no durante mucho tiempo. A la larga se revelará nuestro verdadero carácter
Esto puede ilustrarse mediante la parábola de un escorpión y una tortuga. Un día el escorpión, queriendo cruzar un río, le dijo a la tortuga: "Déjame ir sobre tu espalda mientras cruzas el río para yo así llegar al otro lado del río". "¿Estás loco? -replicó la tortuga-. “Ya sé que me aguijonearías mientras nado, y me ahogaría".
“Querida tortuga” -replicó el escorpión-, “si yo te picara, te ahogaraís, y yo me iría al fondo contigo. ¿Dónde está la lógica de tu suposición?” Después de pensarlo, la tortuga, aparentemente convencida por el argumento del escorpión, consintió en llevarlo. El escorpión trepó sobre la caparazón, y la tortuga se echó al agua a cruzar el río.
Cuando estaban a medio camino de la orilla, el escorpión le clavó el aguijón sin misericordia a la tortuga. Vencida por el ataque, la tortuga se fue al fondo arrastrando consigo a su pasajero. Con aire de resignación la totuga se volvió hacia el escorpión y le preguntó: “Me dijiste que no era lógico que pensara en que podías picarme; entonces, ¿por qué lo hiciste?”
”No tiene nada que ver con la lógica” -replicó el escorpión casi ahogado, ese es mi carácter"
Sí, nuestras obras revelan nuestro carácter; muestran lo que hay en el corazón. Si nuestra fe se ha afianzado en justicia de Cristo, nuestras vidas así lo manifestarán. Sin buenas obras, es inútil que pretendamos ser piadosos y pertenecer a Cristo.
Era una vez una corrida de sapos. Había muchos sapos participantes y el objetivo era llegar a lo alto de una gran torre.
Había llegado en el lugar una gran multitud. Muchos animales llegaron para vibrar, gritar y animar a los participantes.
Comenzó la competencia. Al rato como la multitud veía que los sapitos no daban pie con bola, creían que los sapos no podrían alcanzar la cima de aquella torre, y lo que más se escuchaba era: "¡Qué pena! Esos sapos no lo van a conseguir, ... no lo van a conseguir..."
Los sapitos comenzaron a desistir. Pero había un sapito que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima sin deternerse.
La multitud continuaba gritando : "!Qué pena! Ustedes no lo van a conseguir!..., es muy difícil lograr llegar a la cima."
Llegó el momento cuando los sapitos empezaron a darse por vencidos, salvo por aquel sapito que seguía y seguía tranquilo y cada vez más con más fuerza que las vez anterior.
Ya llegando el final de la competencia todos los sapos desistieron, menos aquel sapito que curiosamente, en contra de todos los gritos de desánimo, seguía y finalmente pudo llegar a la cima por su gran esfuerzo.
Los otros sapitos querían saber qué le había pasado. ¿Cómo logró llegar a la cima? Un sapito le fue a preguntar cómo el había conseguido concluir la prueba. Entonces descubrieron que el sapito... ¡era sordo!
¡No permitas que personas con pésimos hábitos de ser negativos derrumben las mejores y más sabias esperanzas de tu corazón!
Recuerda siempre el poder que tienen las palabras que escuchas o veas. Por lo tanto, preocúpate siempre de ser ¡POSITIVO !