Las Diez Plagas en Egipto
{ Autor Desconocido }
Las diez plagas fueron el medio por el cual Dios sacó a Israel de Egipto y quebró el poderío mundial egipcio. Más aún, con estos milagros Dios le anunció a vivas voces la insensatez de los dioses egipcios e invitó a sus hijos egipcios a adorar al verdadero Dios Creador.
En la primera plaga las aguas del Nilo fueron convertidas en sangre. Los magos egipcios imitaron el milagro en pequeña escala. Sus nombres eran Jannes y Jambres (2 Timoteo 3:8). Sea cual fuere la naturaleza del milagro, los peces murieron y la gente no podía beber el agua. El Nilo era un dios. Las diez plagas iban dirigidas directamente contra los dioses de Egipto y eran calculadas para dar pruebas convincentes de la superioridad del Dios de Israel sobre los dioses de Egipto. Una y otra vez se repite que por medio de estos milagros tanto Israel como los egipcios habrían de "saber que Jehová es Dios" (6:7; 7:5,17; 8:22; 10:2; 14:18). Lo mismo había de probar más tarde el maná y las codornices (16:6,12).
Las próximas tres plagas fueron las ranas, los piojos y las moscas. La rana era uno de los dioses de Egipto. A la palabra de Moisés, subían del Nilo ranas que llenaban casas, dormitorios y cocinas. Otra ver los más imitaron el milagro; pero Faraón estaba convencido y prometió dejar ir a Israel. Sin embargo, luego cambió de idea Moisés hirió el polvo y se convirtió en piojos tanto en los hombres como en los animales. Los magos intentaron imitar este milagro y fracasaron y estaban convencidos de que las plagas provenían de Dios. Abandonaron sus intentos de resistir a Moisés y aconsejaron a Faraón que cediera. Enjambres de moscas de toda clase cubrían el suelo y llenaban las casas de los egipcios. Pero no había ni una entre los israelitas.
¿Se endureció el corazón de Faraón? (9:15, 32). Aquí se dice que Faraón endureció su corazón; en otros lugares, que Dios lo endureció (10:20). Ambos son ciertos. El propósito de Dios era que Faraón se arrepintiera; pero cuando un hombre se opone a Dios, aun las misericordias de El no traen sino un mayor endurecimiento.
La próxima plaga cayó sobre el ganado y fue un golpe terrible contra los dioses egipcios. El toro era su dios principal. Nuevamente se hacía diferencia entre los egipcios e israelitas; el ganado egipcio moría en grandes cantidades, pero ni un animal de los israelitas murió.
Tumores vinieron sobre Egipto en la plaga siguiente. Esta plaga brotó de cenizas que Moisés arrojó al aire. Afectó por igual a hombres y animales y aun a los magos. Antes de caer este, se les dio a los egipcios creyentes una advertencia de misericordia para que pusieran su ganado a cubierto. Nuevamente hubo la distinción entre egipcios e israelitas.
El pueblo egipcio ya estaba convencido (10:7). Aceptaba la aparición y desaparición repentina de las plagas, en tan vasta escala, a la palabra de Moisés, como milagros evidentes de Dios. Faraón titubeaba por no perder tan gran fuente de trabajo de esclavos. El trabajo forzado israelita había contribuido grandemente al auge del poderío egipcio, y con el éxodo israelita comenzó Egipto a decaer. No se sabe cuánto tiempo duraron las diez plagas. Algunos creen que casi un año. Sin duda, Faraón habría matado a Moisés, si se hubiera atrevido. Pero conforme transcurrían las plagas, más y más aumentaba el prestigio de Moisés. Podría haber sido peligroso para Faraón intentar hacerle daño.
En la octava y novena plagas vinieron las langostas y las tinieblas sobre Egipto. La langosta era de las peores plagas. Llegaban en vastas nubes y se comían todo cuanto habían nacido después del granizo (de la séptima plaga). De noche cubrían el suelo hasta varios centímetros de espesor; aplastadas, el hedor era insoportable. La sola amenaza de tal plaga hizo que los oficiales de Faraón le rogaron que cediera.
Las tinieblas iban directamente contra Ra, dios egipcio del sol. Hubo tinieblas como de media noche sobre Egipto durante tres días, pero había luz donde vivían los israelitas. Faraón cedía otra vez, pero nuevamente cambió de propósito.
Posiblemente había pasado casi un año. Por fin se acercaba la plaga final. Bajo la última plaga, todos los primogénitos fueron muertos por un ángel. Desde el ganado en Gosén, hasta la casa de Faraón, murieron todos los primogénitos que no fueron protegidos por la sangre del cordero pascual. Esta plaga demostraba la impotencia del primogénito de los dioses egipcios ante el Dios de Israel. El golpe cayó tan duro, fue tan devastador, que Faraón cedió inmediatamente e Israel salió libre.
Si no fuera por las diez plagas, Israel jamás hubiera sido libertado y no habría existido la nación hebrea.
Antes de abandonar a Egipto, los hijos de Israel tomaron despojos de los egipcios (12:35,36). Estos no eran préstamos sino deuda; un pago de la deuda de generaciones de trabajos forzados que habían labrado la grandeza de Egipto. Dios mismo había mandado al pueblo que exigiera estos dones (3:21,22; 11:2,3). Los egipcios los dieron de buena voluntad pues temían al Dios de Moisés. De esta manera gran parte de las riquezas de Egipto pasó a manos de Israel. Una gran parte se empleó en la construcción del Tabernáculo en el desierto.