La Deidad definida en la Biblia
{ por Rafael Montesinos }
Veamos los siguientes versículos:
"Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz." (Isaías 9:6 LBLA)
Este versículo establece la divinidad y eternidad del Hijo. La figura del Hijo presupone la existencia del Padre. Por lo tanto ya se mencionan dos personas formando parte integral de la Deidad.
"He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra" (Jeremías 23:5,6 - Reina Valera 1960)
Estos versículos afirman que Jehová (el Padre, en este caso) enviaría el "renuevo justo", el Mesías y que él sería llamado Jehová, justicia nuestra.
"Y ya te has olvidado de Jehová tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continuamente del furor del que aflige, cuando se disponía para destruir. ¿Pero en dónde está el furor del que aflige" (Isaías 51:13 - Reina Valera 1960).
En Hebreos 1:10 el Padre afirma que fue el Hijo quién fundó la tierra y creó los cielos. Veamos:
"Y: Tu, Señor, en el principio pusiste los cimientos de la tierra, y los cielos son obra de tus manos" (Hebreos 1:10 LBLA).
"En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1 LBLA).
Este último versículo demuestra que lo que es el Hijo, lo es el Padre: Dios, y que nunca ha habido un momento en que el Verbo no existiese junto al Padre.
¿Qué dice la Biblia sobre el Espíritu Santo? Veamos:
"Conforme a la promesa que os hice cuando salisteis de Egipto, mi Espíritu permanece en medio de vosotros; no temáis." (Hageo 2:5 LBLA)
"Sin embargo, tú los soportaste por muchos años, y los amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no prestaron oído. Entonces los entregaste en mano de los pueblos de estas tierras" (Nehemías 9:30 LBLA).
"Mas ellos se rebelaron y contristaron su santo Espíritu; por lo cual El se convirtió en su enemigo y peleó contra ellos" (Isaías 63:10 LBLA).
"Acercaos a mí, escuchad esto: Desde el principio no he hablado en secreto, desde el momento en que sucedió, allí estaba yo. Y ahora me ha enviado el Señor Dios, y su Espíritu" (Isaías 48:16 LBLA).
Estos versículos demuestran que en el Antiguo Testamento ya se mencionaba la existencia de una tercera persona en la Deidad, el Espíritu Santo.
Veamos lo que dijo Jesús sobre el Espíritu Santo:
"Y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre" (Juan 14:16 LBLA).
Este versículo establece una clara distinción entre tres personas: el Hijo, el Padre y el Espíritu Santo (el otro Consolador).
"Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. El me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que El toma de lo mío y os lo hará saber" (Juan 16:7, 13-15 LBLA).
En estos versículos Jesús prometió enviar al otro Consolador, el Espíritu Santo y utilizó el pronombre personal "él" para referirse a este otro miembro de la Deidad.
"Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí" (Juan 15:26 LBLA).
El otro Consolador no puede ser Jesucristo mismo. Es otro y Jesús dijo que él lo enviaría del Padre. Por lo tanto el Espíritu Santo es una tercera persona dentro de la Deidad. En Hechos 5:3,4 dice que el Espíritu Santo es Dios, al igual que el Padre y el Hijo.
Tan correcta es esta interpretación sobre la Deidad que en el Nuevo Testamento hay una fórmula bautismal triuna (Mateo 28:19), saludos epistolares triunos (1 Pedro 1:2; Apocalipsis 1:4-6) y bendiciones epistolares triunas (2 Corintios 13:14; Judas 20,21). Esto no haría sentido alguno si la Deidad no fuera triuna.