Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí; Juan 5:39

¿Porqué Dios ordenó la destrucción de Amalec?

{ Por A. Medina }

A través de la Biblia encontramos varias situaciones o eventos que nos pueden inspirar como la Creación del mundo y de la humanidad, el ángel deteniendo la mano de Abrahán para rescatar a Isaac, el amor inmenso de Jose al perdonar sus hermanos por venderlo como esclavo, o tal vez la valentía de la reina Ester al buscar salvación para pueblo y su propia vida. De igual manera hay situaciones o eventos que nos confunden como el asno de Balaam que hablaba o las visiones escatológicas de Juan el Vidente en Patmos. Una situación que confunde mucho a los lectores bíblicos es cuando Dios le ordena a Saúl destruir por completo a la nación de Amalec. ¿Qué pudo haber sucedido para que Dios ordenara la erradicación total de los amalecitas?

Un pueblo diferente

Los amalecitas fueron un pueblo diferente a los demás pueblos del Levante en los tiempos bíblicos. Según Strong [1], "Amalec" significa "habitante de un valle", mientras que "Amalecita" Strong [2] lo define como "personas que lamen" y Fausset [3] lo define como "un pueblo que lame hacia arriba". El Diccionario Bíblico de Easton [4] explica que lamer es llevarse a la boca la mano llena de agua para tomarla. Hay una opinión dividida sobre quiénes eran los amalecitas. Morrish [5] informa que existe cierto grado de confusión con la forma en que se presentan los amalecitas en Génesis. La primera referencia conocida de los amalecitas se encuentra en Génesis 14. En Génesis 14, Moisés describe una campaña militar de Quedorlaomer, rey de Elam, y sus aliados contra los reinos vasallos en Canaán, que tuvo lugar en los días de Abraham antes del nacimiento de Isaac y Esaú. Se podría entender que Quedorlaomer conquistó territorios que luego siglos más tarde ocuparían los amalecitas (verso 7). No queda claro si todo lo que leemos sobre ellos se refiere a los descendientes de Esaú explícitamente, ni si fue un pueblo más antiguo que ellos que más tarde se fusionó con ellos. Debemos resaltar que los amalecitas no eran de origen cananeo.

Orgien debatible

No todos los eruditos bíblicos están de acuerdo sobre los orígenes de los amalecitas. Algunos eruditos bíblicos creen que los amalecitas no estaban relacionados con Israel. Hastings [6] presenta la idea de que los amalecitas no estaban relacionados de manera alguna con Israel, pero los describe como una tribu que vagaba por la región desde la frontera sur de Judá hasta la frontera egipcia y la península del Sinaí, desde antes de los días del Éxodo hasta la época de los reyes Saúl y David. Easton [7] está en acuerdo con Hastings y cree que probablemente fueron una tribu nómada que emigró del Golfo Pérsico y se estableció en Arabia. "Habitaron en la tierra del sur... desde Havilah hasta llegar a Shur" (Números 13:29; 1 Samuel 15:7). Esta descripción coincide con algunas referencias bíblicas acerca de ellos. Easton también explica que sus reyes llevaban el nombre hereditario de Agag (Números 24:7; 1 Samuel 15:8), que es similar a "Faraón" en Egipto en el Antiguo Testamento, "César" en Roma, y "Herodes" en el Nuevo Testamento.

Otros eruditos bíblicos creen que los amalecitas estaban relacionados con Israel. Fleming [8] los identifica como descendientes de Esaú (Génesis 36), y los describe como nómadas salvajes del desierto dispersos en un área que se extiende desde el extremo sur de Canaán a través de la península del Sinaí. Butler [9] está de acuerdo con esta perspectiva y especifica que los amalecitas son los descendientes de Amalek, el nieto de Esaú que vivía en el desolado baldío del noreste de la península del Sinaí y el Negev. Siguiendo a Fleming y a Butler, aceptamos que los amalecitas eran descendientes y seguidores de Amalec, nieto de Esaú, hermano de Jacob. Según Jamieson, Fausset y Brown [10], Amalec era hijo de Elifaz, hijo de Esaú y Timna. Como tal, los amalecitas eran parte de los descendientes de Abraham y estaban llamados a crecer en el conocimiento, la adoración y el temor del Dios de Abraham. Lamentablemente, Esaú no valoró su relación con Dios durante su juventud y vendió su primogenitura y su parte en la promesa de Dios a su hermano Jacob; actos de los que luego se arrepintió mucho. Así los edomitas, que incluyen a los amalecitas, decidieron abandonar al Dios de Abraham; el pacto que definía al pueblo de Dios. Los descendientes de Amalec se separaron del cuerpo mayoritario de los edomitas que vivían de la tierra de Edom y formaron un asentamiento independiente y autónomo en el desierto entre Egipto y Palestina, al sur de Judá hasta Cades (Números 13:29; Números 14:43).

El primer problema para Israel

No hay referencia alguna a que Jacob y su campamento hayan interactuado o no con los amalecitas antes de que Jacob se mudara a Egipto a pedido de José, según Génesis 46. La primera mención de los israelitas interactuando con los amalecitas se encuentra en Éxodo 17:8. Desde este encuentro, no hubo paz entre Israel y Amalec. Después de que Israel cruzó el Mar Rojo (Éxodo 17:8-16) la caravana israelita llegó a Refidim y luego de quejarse por no tener agua para tomar, Moisés es ordenado a golpear la peña de Horeb que produjo agua para todos (Éxodo 17:1-7). Después de algún tiempo, Israel se encontró por primera vez con los amalecitas en la región cercana al Sinaí. El encuentro tomó a Israel por sorpresa cuando se percatan que estaba siendo atacados por los amalecitas. Con el ataque a la retaguardia de la caravana, Amalec trató de impedir la entrada de esta nueva nación a la región. Ante un ataque innecesario y no provocado contra estas personas débiles, Dios juzgó a los amalecitas y los condenó al exterminio (Éxodo 17:8-16).

La razón por el ataque, Moisés no la menciona explícitamente; posiblemente hubo más de una razón. Con respecto a este ataque, Rand [11] dice que los israelitas apenas habían pasado el Mar Rojo, cuando los amalecitas los atacaron en el desierto de Refidim y mataron a los que, por fatiga, edad avanzada o debilidad, estaban en la retaguardia de la caravana israelí. Fausset [12] cree que los amalecitas atacaron deliberadamente a la caravana para frustrar el plan de Dios con Israel; era el mejor momento para atacar, pues Israel todavía estaba débil y apenas se organizaba como nación después de su reciente éxodo de Egipto. Moisés posiblemente capta el motivo de Amalec cuando dijo: "Amalec no temía a Dios" (Deuteronomio 25:17-18). Watson [13] cree que los amalecitas deberían haber anticipado que los israelitas iban a invadir y tomar posesión de la tierra de Canaán, y resolvieron impedir esta reorganización geopolítica de la región, atacando preventivamente el campamento de Israel en el desierto antes de que pudieran organizarse en una nación fuerte. Clark [14] propone que no parece que los israelitas hayan provocado este ataque, los amalecitas parecen haberlos atacado simplemente con la esperanza de saquear y llevarse lo que pudiera.

Otros comentaristas ven otras posibles razones adicionales. Gill [15] dice que muchos piensan que el ataque se debe al antiguo rencor de los hijos de Esaú contra los hijos de Israel, debido al asunto de la primogenitura y la bendición que Jacob le compró y le robó a Esaú respectivamente. Wesley [16] coincide con el rencor como explicación y afirma que los amalecitas audazmente no atacaron el campamento de Israel como un enemigo digno, de lo contrario, atacaron vilmente la retaguardia de la caravana de los Israelitas y "desbarató la retaguardia de todos los débiles" (Deuteronomio 25). Por otra parte, Ellicot [17] presenta otra razón alterna por el ataque de los amalecitas. Ellicot propone que los amalecitas pudieran haber considerado la región del Sinaí como suya y como la parte más valiosa de su territorio, ya que había pastizales para su ganado. Los amalecitas podrían haber pensado que, con la llegada de la caravana de los israelitas, en su rumbo a la tierra de Canaán, la caravana ocuparía o les quitaría algunas de las mejores tierras disponibles y amenazaron con apoderarse del resto. Naturalmente, los amalecitas se resentirían por la ocupación y decidieron atacar. Moisés y Josué organizaron un cuerpo de soldados y derrotaron a los amalecitas.

La reacción de Dios al ataque podemos describirla como intensa y de gran coraje. Se nos dice que: "Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo." (Éxodo 17:14). La reacción tendría repercusiones invariables a través del tiempo, pues "Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación" (Éxodo 17:16). Henry [18] comenta que esto fue dejado por escrito para que Israel entendiera la severidad de la situación. No podía haber duda de que Israel nunca hiciera alianza con los amalecitas, y que los viera como "enemigos irreconciliables" y que estaban destinados a la ruina absoluta y completa. La destrucción futura de Amalec sería típica de la destrucción de todos los enemigos de Cristo y su reino. Dios dejó claro a su pueblo y a los gentiles que quien le declara la guerra al Cordero, el Cordero los vencerá. Es notable que, en antigüedad, Dios trajo juicio a varias naciones por diversas razones, pero Edom y Amalec tienen en común que fueron erradicados por su falta de amor a su hermano Israel.

Un problema persistente para Israel

Este incidente no sería la última vez en que los amalecitas atacarían a Israel. A partir de este incidente, los amalecitas siempre serían antagónicos hacia Israel y aprovecharían cualquier oportunidad para atacar o destruir a Israel a pesar de ser una nación hermana de Israel. No sabemos con plena certeza la razón por el odio de Amalec contra Israel, pero la verdad es que los amalecitas odiaron a Israel, tan pronto como Israel llegó a la tierra de Canaán. Los amalecitas por sí solos no podían erradicar a Israel, de manera que brindaban su mano amiga a las demás naciones cuando ellas pedían ayuda para atacar o ir a la guerra contra Israel. Dada la oportunidad, los amalecitas estaban dispuestos a secuestrar a ciudadanos israelíes. El primer incidente se encuentra en Números 14. Los varones elegibles para la guerra israelíes se dejaron intimidar por el informe negativo de diez de los doce espías de Moisés. Cuando el Señor los sentencia a cuarenta años en el desierto por su falta de fe en aceptar las recomendaciones de Josué y Caleb, algunos israelitas cuando trataron de ocupar la tierra de Canaán sin el consentimiento de Dios. En esta ocasión, los amalecitas y algunos cananeos fueron el instrumento de Dios para castigar a estos varones. "Entonces descendieron los amalecitas y los cananeos que habitaban en la región montañosa, y los hirieron y los derrotaron persiguiéndolos hasta Horma." (Números 14:15).

Existen ejemplos de cuando los amalecitas estaban dispuestos a apoyar a otras naciones para atacar a Israel. No hay evidencia bíblica de si los amalecitas participaban voluntariamente o por sueldo, pero sí hicieron causa común contra Israel cuando Israel no cuidaba su lugar con Jehová. Se nos dice que los israelitas volvieron a "hacer lo malo ante los ojos de Jehová" (Jueces 3:13). Esta apostasía nacional provocó que Jehová permitió que Eglón, rey de Moab hiciera alianza con los amonitas y los amalecitas para atacar a Israel. Esta alianza entró a Israel por el sureste, según Flemming [19], y llegaron hasta la localidad de la ciudad de las palmas, es decir, el área circundante a las ruinas de Jericó y la tomó por posesión dominando la tribu de Benjamín porque Jericó quedaba en la tribu de Benjamín, según nos dice Constable [20]. Eglón mantuvo sometido a Israel a servidumbre forzosa por dieciocho años, hasta que Dios levantó a Aod para liberar a Israel de la opresión y asesinó a Eglón.

Los amalecitas regresan en la época de Gedeón (Jueces 6). Israel volvió a apartarse de los caminos de Jehová, y de nuevo, la apostasía nacional provoca que Dios retire su cuidado de Israel. En esta ocasión, se levantaron los madianitas con su inmenso ejército de 135,000 soldados (Jueces 8:10) contra Israel. Por siete años los madianitas y amalecitas y los hijos del oriente subían contra Israel, y ellos repetidas veces "destruían los frutos de la tierra, hasta llegar a Gaza; y no dejaban para comer en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos" (Jueces 6:4). Más tarde, en Jueces 7, vuelven con los madianitas a invadir, pero esta vez Dios llamó a Gedeón y sus 300 valientes que lamían el agua como perros (Jueces 7:6) y los derrotó. Los amalecitas muestran que, generación tras generación, cualquiera razón para ir contra Israel era bienvenida y aprovecharían cualquier oportunidad y cualquier aliado para atacar a Israel.

El Rey Saúl guerreó repetidas veces con los amalecitas. En 1 Samuel 14:48, encontramos que Saúl derrotó a Amalec, pues saqueaban a algunos ciudadanos de Israel y eran un peligro para la paz de Israel. Finalmente, llegó el momento del juicio de Dios contra Amalec y fue hallado culpable de muerte. El Señor le habló al profeta Samuel sobre Amalec, y Samuel transmitió el mensaje del Señor al rey Saúl, donde Dios había determinado que llegó el momento de vengar a Amalec por lo que le había hecho a Israel cuando Israel salió de Egipto. Las instrucciones de Dios eran "herir a Amalec y destruir por completo todo lo que tienen, y no perdonarlos" (1 Samuel 15:3). Se nos dice que el rey Saúl "destruyó por completo a todo el pueblo" (1 Samuel 15:8), pero por razones no conocidos, desafortunadamente Saúl dejó vivo al rey de Amalec, Agag, con algunas ovejas y bueyes y por alguna tonta razón decidieron traerlos a Israel. Traer a Agag fue un gran error, y este error no queda sin corregir. La muerte de Agag viene a manos del profeta Samuel, que, según explica Coffman [21], lo más probable ordenó la muerte de Agag para que se cumpliera la ley de las cosas consagradas a Dios en Levítico 27:28-29. La falta de obediencia de Saúl provocó su rechazo como rey de Dios para Israel. Su sucesor ungido fue el rey David, y esto creó la casa real que traería al Mesías.

Aunque Saúl "destruyó por completo a todo el pueblo", la evidencia bíblica demuestra que de alguna manera hubo amalecitas no presentes en la batalla. Parece que algunos amalecitas estaban fuera de la tierra de Amalec porque, aunque Saúl afirmó haber exterminado a los amalecitas, exceptuando al rey Agag, Saúl no completó su encomienda. Sabemos esto porque leemos que: "Y subía David con sus hombres, y hacían incursiones contra los gesuritas, los gezritas y los amalecitas; porque éstos habitaban de largo tiempo la tierra, desde como quien va a Shur hasta la tierra de Egipto." (1 Samuel 27:8). Algún tiempo después, hubo suficientes amalecitas para atacar a la ciudad de Siclag; le prendieron fuego y se llevaron cautivos a las familias de David y de sus hombres (1 Samuel 30). Cuando David descubrió lo que había sucedido, consultó con el Señor y le dijo que atacara a Amalec. Tanto pronto David y su ejército encontraron a Amalec, ambos bandos pelearon ferozmente desde el anochecer hasta la tarde del día siguiente. Al ver que David y sus hombres prevalecían contra ellos, cuatrocientos jóvenes amalecitas deciden huir de David temiendo por sus vidas. David y sus hombres recuperaron todo lo que los amalecitas habían saqueado, incluidas sus dos esposas. No faltó nada, y ninguno de Siclag perdió la vida durante toda la prueba (1 Samuel 30:18-19). Si Saúl hubiera cumplido lo que Dios le había ordenado, esto nunca hubiera ocurrido.

Habiendo escapado casi de la muerte a manos de David, el linaje del rey Agag continuó vivo y pareció reducirse a la nada con el pasar del tiempo. Cientos de años más tarde, la desobediencia de Saúl finalmente resultó en la aparición de Amán el amalecita, "Amán hijo de Hamedata agagueo" (Ester 3:1), quien trató de exterminar a todo el pueblo judío (Ester 3:6). Coffman [22] cita Flavio Josefo al decir que Amán era descendiente de Agag y de ahí su linaje de agagueo. Trapp [23] describe a Amán como de linaje real de los amalecitas y enemigo natural de los judíos. Amán no toleraba a cierto oficial público, Mardoqueo, quien era otro descendiente de Cis, de la familia del rey Saúl. De acuerdo con Kitto [24], Mardoqueo parece haber ocupado algún cargo en la corte porque lo encontramos presente allí diariamente. Posiblemente, a través de este empleo se enteró de un complot de dos de los chambelanes para matar al rey, que a través de Ester le hizo saber al monarca (Ester 2:22-23). Mardoqueo se rehusaba a arrodillarse o humillarse al inclinarse ante Amán. Según Watson [25], algunos piensan que la razón fue porque Amán era amalecita. Morrish [26] aclara que Dios había maldecido a destrucción a los amalecitas debido a los daños que les habían hecho anteriormente (Deuteronomio 25:17-19). Hawker [27] insinúa que el orgullo de Amán fue la verdadera razón de su caída. Dado que tenía la gloria y las riquezas de la corte de Persia, se jactaba de una multitud de hijos (Ester 5:9-14), un harén para sus concupiscencias, concubinas y el favor del rey tan grande que ninguno de los príncipes podía jactarse, ¿por qué molestarse con un pobre funcionario judío que se negó a inclinarse ante él? Su orgullo lo cegó tanto que los planes que creó para la destrucción de Mardoqueo fueron los instrumentos de su propia muerte.

El rey Saúl no había cumplido las instrucciones de Dios y no había matado al rey Agag, por lo que Dios organizó el enfrentamiento final en Persia. Esta vez el Espíritu Santo llena a Mardoqueo y Ester para completar el juicio de Dios contra Amalec y acabar con él. Podemos ver cómo la desobediencia de Saúl casi resultó en el genocidio de Israel. De la amenaza duradera de los amalecitas podemos aprender que, aunque uno pudiera pensar que desobedecer al Señor solo afecta a quien desobedece, el pecado individual pudiera tener consecuencias que pueden afectar a muchísimas personas con el pasar del tiempo.

"los hijos de la carne" y "los hijos de la promesa"

Aunque la amenaza de Amalec fue erradicada, a través del tiempo, Amalec adquirió otro sentido y se convirtió en símbolo de otra amenaza continua. Para ver la amenaza, vayamos a donde todo comienza, a la promesa de un hijo (Génesis 15). Abram le pregunta Jehová Dios si su mayordomo Eliezer había de ser su heredero, ya que no tiene hijo (Génesis 15:2), a lo cual Dios le explícitamente le promete a Abram, "No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará." (Génesis 15:4). Más tarde, Abram decide aceptar el consejo de su esposa Sara para tener un hijo a través de su sierva Agar (Génesis 16:2), pensando que esto sería un medio para hacer cumplir la promesa de Dios de un heredero. Al debido tiempo, Agar dio luz a su hijo, al hijo de Abram, llamado Ismael (Génesis 16:15). Eventualmente, Abram le pide a Dios que prospere a Ismael (Génesis 17:18), pero Dios rechaza este pedido y le asegura a Abram que él tendrá hijo con su esposa Sara y será llamado Isaac (Génesis 17:19). Con este hijo, el hijo de la promesa, Dios haría pacto "perpetuo" (Génesis 17:19).

Algunas personas cuestionan por qué Dios rechaza a Ismael y se hace pacto con Isaac, dado que ambos son hijos de Abram. La diferencia reside en que Abram presumía que Ismael sería el medio para cumplir la primera promesa de Dios a él décadas antes, cuando se le fue dicho "y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:3), pero no lo puede ser porque Ismael es el hijo del esfuerzo carnal de Abram. En contraste, Isaac es el hijo de la promesa esperada, y su llegada no es por esfuerzo humano, sino por fe en la promesa; en la descendencia de Isaac, "serán benditas en ti todas las familias de la tierra." Podemos ver aquí la promesa de Dios, salvación provista por Dios, no viene por esfuerzo humano, viene por la promesa de Dios de un salvador (Génesis 3:16).

Cuando Isaac fue destetado, Abram hizo un gran banquete para celebrarlo, pero Ismael se burlaba de Isaac (Génesis 21:8, 9). Desde este momento hay lucha entre "los hijos de la carne" y "los hijos de la promesa" (Génesis 21:9), pues solo "los hijos de la promesa" pueden heredar lo prometido en el pacto a Abram, ahora llamado Abrahán (Génesis 21:9 y 12). Ellicott [28] resalta que así lo estipula Pablo cuando escribió "Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora." (Gálatas 4:28,29). Smith [29] amplía este pensamiento al decirnos que los creyentes no son hijos de la sierva, son hijos de la esposa. Los creyentes no se acercan a Dios por lo que sus obras, sin importar cuán nobles pueden ser, los creyentes se acercan por la promesa que Dios mismo les otorgó para que a través de la fe recibir la bendición prometida a Abrahán. La naturaleza carnal no permite que lleguen las bendiciones de Dios, pero la fe en la promesa trae bendición en abundancia.

La batalla entre la naturaleza de la carne y la naturaleza de la promesa no se limita entre personas; percola a la vida espiritual de cada persona. Pablo, hablando de la batalla entre la naturaleza de la carne y la naturaleza de la promesa, dice: "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Efesios 4:22-24). A "la naturaleza de la carne" Pablo lo llama "viejo hombre", quien no puede alcanzar las bendiciones de la promesa. A cada "hijo de la promesa" Pablo lo llama "nuevo hombre" que fue creado nuevo "según Dios en la justicia y santidad de la verdad" y a través de la fe alcanzan a recibir la bendición prometida a Abrahán en Génesis 12:3. Acerca de esto, Flemming [30] añade que los creyentes necesitan remover o erradicar las actitudes de su vida previa en pecado, la naturaleza de la carne, tal como se quitan la ropa sucia. Hecho eso, ahora se visten con ropa limpia, es decir, ahora tienen actitudes renovadas por el Espíritu, correspondientes a la vida según la promesa. Barclay [31] comenta que Pablo urge a que debemos desechar nuestros pecados y que vistamos de la justicia y santidad que solamente Dios nos puede dar.

"Entonces vino Amalec..."

Spurgeon [32] sugiere y llama a nuestra atención que deberíamos creer que este incidente en particular no fue escrito en las Escrituras con propósitos triviales, sino todo lo contrario, fue escrito como una advertencia y para nuestra edificación espiritual. Nos recuerda que "Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron." Él recomienda que consideremos las historias de Israel como un precursor de lo que le sucederá a la iglesia de Dios en el mundo mientras se encuentra en su peregrinación a la tierra prometida. Considera que esta lucha con Amalec es una metáfora de esa lucha constante y diaria que todo el pueblo de Dios debe llevar a cabo.

Smith [33] nos recuerda que cuando Israel cruzó el Mar Rojo, los elegidos de Dios, los hijos de la promesa, venían a tomar la tierra prometida a Abraham, lo primero que actúa para detener a Israel es Amalec, los hijos de la carne, y Amalec ataca para impedir que Israel entre, tome y posea lo que Dios les ha prometido que es la tierra prometida. Una de las mayores barreras para que recibamos todas las promesas de Dios para nuestras vidas es nuestra carne, nuestra naturaleza pecaminosa, el "viejo hombre", como Pablo lo llama. El "viejo hombre" siempre está en guerra contra el espíritu. Nuestra naturaleza pecaminosa impedirá que entremos en la plenitud de las promesas y de las bendiciones de Dios, a menos que derrotemos al "viejo hombre." Espiritualmente hablando, Amalec es el "viejo hombre" que, si no lo vencemos, no podemos tomar posesión de la tierra prometida, la plenitud de las promesas, y de las bendiciones de Dios para los hijos de la promesa. Desde este momento en las Escrituras, Amalec representa la naturaleza carnal. ¿Por qué? Porque Amalec no es hijo de la promesa, sino hijo de la carne, él es el "viejo hombre" y está en guerra con los hijos de la promesa.

Mackintosh [34] propone que hay lecciones espirituales para aprender si analizamos la historia entre Israel y Amalec y las comparamos con las batallas que los creyentes liberan con la naturaleza carnal. Mackintosh ve que hubo dos poderes que afectaron a Israel, los hijos de la promesa; estos fueron Faraón y Amalec. Tanto Faraón como Amalec representan distintos poderes; Faraón representa todos los impedimentos posibles para la liberación de Israel de Egipto. Faraón usó los recursos de Egipto para impedir que Israel sirviera al Señor. Cuando Israel fue esclavo de Egipto, Dios peleó por ellos para liberarlos con grandes milagros, según Moisés: "Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos. El Señor mismo peleará por ustedes. Solo quédense tranquilos." (Éxodo 14:13,14). Habiendo cruzado el Mar Rojo, Israel es libre de Faraón para siempre y no tiene razón para temerle. Faraón, por tanto, prefigura a Satanás, que utiliza los recursos de "este mundo de maldad en el que vivimos" (Gálatas 1:4) contra los esclavos de pecado para que no puedan liberados. El creyente que llega a Cristo cambia porque, según Pablo, "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17).

Mientras tanto, en Amalec, Mackintosh ve algo distinto. Amalec representa todos los impedimentos posibles para descarrilar a Israel en su peregrinación con Dios a través del desierto hacia la tierra prometida. El ataque a la retaguardia de la caravana fue el primer conflicto con un nuevo enemigo para Israel. Ahora las instrucciones para Israel son muy distintas, ya no se le dice "Solo quédense tranquilos", ahora se le dice "Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec" (Éxodo 17:9). Ahora Dios pelea junto a Israel contra sus enemigos, asistiéndole para que llegue a la tierra prometida. En la crucifixión de Cristo, Cristo vence al mal. De ahí en adelante, el Espíritu Santo pelea junto al creyente en las batallas contra un nuevo enemigo que es "el hombre viejo" en el creyente en su peregrinación a la Tierra Prometida; la Tierra de Canaán Espiritual. Tal como Israel no tuvo que enfrentarse con Amalec hasta que todos "fueron bautizados en la nube y en el mar." (1 Corintios 10:2), así es para el creyente, no se enfrenta al "viejo hombre" hasta que se entrega a Dios.

Otros comentaristas están de acuerdo con Mackintosh. de Koning [35] cree que Amalec es una buena representación de Satanás, atacando a los hijos de la promesa a través del "viejo hombre", es decir, la debilidad espiritual provocada por los deseos pecaminosos de cada creyente. Esta lucha contra el "viejo hombre" se la debemos dejar al Espíritu Santo (Gálatas 5:17). Al caminar en el Espíritu, no cederemos a los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Exell [36] cree que todo el discurso del ataque de Amalec a la vanguardia de la caravana israelí puede interpretarse como lo que puede pasarle a una congregación de creyentes. En cualquier Iglesia debe haber una lucha verdadera a favor de la verdad y contra el error. Si se sostiene la verdad tal como es en Jesús, debemos luchar por ella valientemente. De lo contrario, si no luchamos contra Amalec, Amalec ciertamente aprovechará cualquier oportunidad para luchar contra nosotros. Si no velamos contra Amalec, Amalec atacará nuevamente y aislará o dejará sufriendo a todos los que estaban rezagados "al final de la caravana." Por consideración de los miembros más débiles de la iglesia, que todavía están luchando contra el "viejo hombre" que hay en ellos, es que debemos vigilar y contender por nuestra fe.

Gaebelein [37] trae una perspectiva interesante. Es posible pensar que Israel provocó sobre sí el ataque de Amalec. Antes del ataque, Israel se quejaba de la falta de agua (Éxodo 17:2-4), y más tarde, el Señor proveyó agua en Refidim (Éxodo 17:6,7). Israel en incredulidad y mostrando muy poco respeto al Señor cuando decían: "¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?". Israel había visto las plagas en Egipto y cómo Él les abrió el Mar Rojo; no tenía motivos para quejarse o faltarle el respeto al Señor. Según Gaebelein, "Israel cayó en inquietud, lloriqueo, insatisfacción, y rebelión." ¿Qué hizo Dios? Retiró su protección divina sobre Israel y dejó a Amalec libre contra Israel. Después de esto, Amalec atacó. De manera similar, Gaebelein postula que, cuando el creyente no lucha mediante su fe, sabiendo muy bien que está en la presencia del Señor, Él retira su protección divina sobre el creyente, y deja que la carne, el "viejo hombre", se levante y ataque al creyente (1 Samuel 14:37, 1 Samuel 28:6). Mientras los hijos de la promesa caminen en el Espíritu, prevalecerán sobre los deseos de la carne. Espiritualmente, Amalec morirá al regreso del Señor (Números 24:17-20). Mientras tanto, continúa la lucha del creyente con Amalec, la carne, el "viejo hombre".

Así como hay grandes lecciones que aprender del ataque de Amalec en Refidim, también hay lecciones positivas que aprender y compartir con otros del ataque de Amalec en Refidim. Se nos dice que mientras transcurría la batalla, Moisés junto a Aarón y Hur subieron a la cima de una colina para ver la batalla (Éxodo 17:10). Sucedió que, mientras Moisés mantenía los brazos alzados, Israel prevalecía sobre Amalec, pero si Moisés bajaba los brazos, entonces Amalec prevalecía sobre Israel. Para asegurar la victoria, Aarón y Hur sentaron a Moisés sobre una roca y mantuvieron sus brazos en alto hasta que Josué derrotó a Amalec, dándole a la recién nacida nación de Israel su primera victoria militar. Clarke [38] descorre el telón de este escenario y explica que varios de los padres de la iglesia consideraban que Moisés, con los brazos extendidos, era un símbolo del futuro Cristo crucificado; ambos hombres sufrían por su pueblo y ambos obtuvieron la victoria completa sobre Satanás, el pecado y Amalec. Clark cree firmemente que Moisés, con los brazos extendidos, estaba orando a Dios para que Israel prevaleciera; de esto vemos que con la oración podemos vencer a nuestros adversarios espirituales. Por el otro lado, si bajamos los brazos, si no oramos, si no buscamos al Todopoderoso, Amalec y todos los demás enemigos espirituales, ganarán terreno y podrán prevalecer sobre nosotros. Con respecto a este mismo escenario, Coffman [39] comparte la perspectiva de Dummelow y afirma que Moisés sí estaba orando en la colina para que Israel derrotara a Amalec y simultáneamente es una sombra, un símbolo, del Cristo intercediendo en el Cielo por los "hijos de la promesa" mientras están en su peregrinación a la Canaán celestial (Hebreos 4:14-16).

Últimas palabras

Los amalecitas se les identifica como descendientes del nieto de Esaú, Amalec, quienes por siglos procuraron destruir a Israel. Por haber atacado a la retaguardia de la caravana israelí y asesinado en sangre fría los más débiles de la caravana, Dios juzgó a los amalecitas y los condenó al exterminio que empezó con Saúl y culminó con Ester. Los amalecitas se convirtieron en símbolos de la "la naturaleza de la carne" o "viejo hombre", y en Amalec el creyente encontrará los obstáculos espirituales que debe vencer para alcanzar la salvación prometida por Dios.

Referencias

  1. Amaleq <06002>. (n.d.) https://classic.net.bible.org. https://classic.net.bible.org/strong.php?id=06002
  2. Amaleqiy <06003>. (n.d.) https://classic.net.bible.org. https://classic.net.bible.org/strong.php?id=06003
  3. Fausset, Andrew R. Entry for 'Amalekites'. Fausset's Bible Dictionary. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/fbd/a/amalekites.html. 1949
  4. Easton, Matthew George. Entry for 'Lapping'. Easton's Bible Dictionary. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/ebd/l/lapping.html. 1897.
  5. Morrish, George. Entry for 'Amalek, Amalekites'. Morrish Bible Dictionary. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/mbd/a/amalek--amalekites.html. 1897.
  6. Hastings, James. Entry for 'Amalek, Amalekites'. Hastings' Dictionary of the Bible. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/hdb/a/amalek-amalekites.html. 1909.
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