Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí; Juan 5:39

Acerca del tributo a César y el Dios de vivos

{ Por A. Medina }

Un día en el Templo

Al día siguiente de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén (Mateo 21:18), él entra al templo (Mateo 21:23), y estaba " ...enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio." (Lucas 20). Como pudiéramos esperar, los poderes políticos-religiosos de Judea no tardaron en responder a la presencia de Jesús en el templo durante la semana de la Pascua. Hay tres versiones de lo sucedido: Mateo 22, Marcos 12 y Lucas 20. Lucas (Lucas 20) nos dice que llegaron los principales sacerdotes, escribas y ancianos, y Mateo (Mateo 22) añade que los fariseos enviaron a algunos de sus discípulos con algunos Herodianos para cuestionar a Jesús. Bullinger [1] explica que, en la versión de los hechos de Marcos, describe la animosidad contra Jesús usando la palabra "atrapar" como si los grupos estuvieran cazando o tratando de atrapar a Jesús, como un cazador atraparía a una bestia o animal con el propósito de matándolo. Garner [2] está de acuerdo con esta interpretación. Garner explica que los dos grupos esperaban atrapar a Jesús, atrapándolo en algo que diría o quizás enredándolo en alguna contradicción.

Resistencia dividido entre sí

Los saduceos, los escribas, los ancianos, los fariseos y los herodianos, podrían estar unidos contra Jesús, pero no estaban unidos entre ellos mismos. Las diferencias entre algunos de estos grupos las encontramos en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas; Juan no menciona a los saduceos. Uno de los dos grupos de mayor relevancia eran los saduceos. Barclay [3] describe a los saduceos como pocos en cantidad en contraste con los fariseos; pero eran personas muy ricas, eran aristocráticos y la clase gobernante. Los principales sacerdotes, por ejemplo, eran saduceos. En política, eran colaboradores; estaban bastante dispuestos a cooperar con el gobierno romano, si la cooperación fuera el precio de la conservación de los privilegios de que ya gozaban. Culturalmente, estaban bastante dispuestos a aceptar el helenismo en contraste con otros grupos de la sociedad. En cuanto a las Escrituras, la única parte que consideraban vinculante era el Pentateuco, el resto de la revelación escrita de Dios fue ignorado voluntariamente, aun los libros de los profetas y libros históricos. Inclusive, Elwell [4] añade que rechazaban la Ley Oral Farisaica, es decir, "las tradiciones de los ancianos". Aunque los saduceos rechazaron la Ley Oral Farisaica, ciertamente tenían sus propias tradiciones, interpretaciones y procedimientos. Por último, los saduceos rechazaban que existieran espíritus o ángeles (Hechos 23:8). Con respecto a esto, Barnes [5] explica que los saduceos creían en la existencia de la materia física solamente; no aceptaban la idea de un alma intangible en las personas como en el helenismo. Cuando muere una persona, no queda rastro de la persona. De igual manera, rechazaban la existencia de ángeles y demonios.

En su diccionario bíblico, Flemming [6] identifica a los fariseos como uno de los dos partidos políticos principales en Judea, siendo el otro los saduceos. Los fariseos representaban la clase trabajadora de la sociedad judía y la mayoría de los fariseos procedían de ella. En su patriotismo, se centraron en preservar las prácticas judías tradicionales, las tradiciones de los ancianos, de la corrupción de las ideas y de la ambición política extranjera-romana. Los fariseos enfatizaban la responsabilidad de guardar la ley en todos los aspectos de la vida, no únicamente en los rituales del templo, a diferencia de los saduceos. Los fariseos apoyaban las nuevas tradiciones que los maestros de la ley (los escribas) habían desarrollado y enseñado. Los escribas habían ampliado la ley de Moisés hasta convertirla en un sistema que consistía en innumerables leyes que trataban asuntos tales como la observancia del sábado (Mateo 12:1-2; Marcos 3:1-6; Lucas 13:10-14), la limpieza ritual (Mateo 23:25; Marcos 7:1-9), ayuno (Lucas 18:11-12), diezmo (Mateo 23:23) y juramentos (Mateo 23:16-22). Al contrastar a fariseos y saduceos, Hastings [7] dice que los fariseos representaban la tendencia democrática en la sociedad judía. Con el Sacerdocio como parte de los saduceos, el Sacerdocio estaba cerrado a cualquiera que no pudiera rastrear su familia hasta una familia sacerdotal y no podía ejercer ninguna función sacerdotal en el Templo. Por otro lado, los fariseos y los escribas abrieron oportunidades espirituales a todos los creyentes. El sacerdocio se dedicaba a servir en el Templo, pero los fariseos encontraban su función principal en la enseñanza y predicación a todos los ciudadanos de la sociedad judía.

Un tercer grupo más pequeño eran los herodianos. La participación de los herodianos en los Evangelios es muy limitada. Los herodianos solamente aparecen en los evangelios en dos ocasiones (Marcos 3:6, Mateo 22:16; Marcos 12:13), haciendo causa común con los fariseos en contra de Jesús. Morrish [8] indica que el nombre del grupo proviene de Herodes Antipas y se refiere a aquellos que participaron con él y sus sucesores en influir en la comunidad judía para algunos cambios culturales; para que los judíos aceptaran sutilmente los modales y el libertinaje griegos y romanos. En su disposición a trabajar con las autoridades romanas, se pusieron del lado de los saduceos, pero se opusieron firmemente a los fariseos. Fausset [9] los describe como defensores de la dinastía herodiana, creyendo que la familia Herodes actuarían como salvaguardia contra el dominio pagano directo que los judíos detestaban, y también como el mejor compromiso entre la fe antigua y la civilización pagana. Al pretender identificarse con la comunidad judía, coincidían con los fariseos; pero viéndolos con sus opiniones laxas y poco ortodoxas y de sus medios para mantenerlas, tenían mucho en común con los saduceos. Baily [10] describe a los herodianos como semejante a un partido político, pero no eran conocidos por alguna creencia religiosa en particular, solamente por sus aspiraciones políticas, y esta postura hizo difícil que ellos y los fariseos se sobrellevaran mutuamente.

El punto de discordia

Un punto de gran controversia y discordia entre los saduceos y los fariseos era la Resurrección de los muertos. Flemming [11] presenta que los saduceos insistieron en que la doctrina de la resurrección no podía probarse a partir del Pentateuco, y consecuentemente la rechazaron en su totalidad. Barclay [12] señala que, en contraste, los fariseos decían que sí se podía. Los fariseos citarían a Números 18:28 que dice: "...y daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón". "Daréis" la ofrenda implica que Aarón debía estar vivo para poder recibirla; esto resultaba ser un argumento poco categórico. Lo mismo se aplica a Deuteronomio 31:16: "...y este pueblo se levantará" y Deuteronomio 32:39 "...Yo hago morir, y yo hago vivir". Resulta que los versos que ellos usaban para sostener la Resurrección no sostienen la Resurrección como creencia; ninguno de estos versos resulta ser convincente. Dado esto, los saduceos no veían en el Pentateuco algún argumento real a favor de la Resurrección de los muertos y por eso rechazaban la Resurrección como creencia.

Sin embargo, para los fariseos, la Resurrección de los muertos era tan certera que ellos elaboraron expectativas y explicaciones de qué sucedería en la Resurrección. Por ejemplo, Barclay [13] nos dice que ellos analizaban detalles como: ¿Las personas resucitarán con ropa o no? Si resucita vestido, ¿resucitaría con la ropa con la que murió u otra ropa? Usaban el incidente cuando Saúl le pidió a una bruja en Endor que llamara a Saúl de los muertos a Samuel (1 Samuel 28:14) para demostrar que después de la muerte los hombres conservan la apariencia que tenían antes de morir. Hay más; argumentaron que los hombres resucitaban con los defectos físicos con los que morían y por los cuales morían; de lo contrario, no serían las mismas personas. Incluso creían que todos los judíos resucitarían en Tierra Santa; cuando un judío era enterrado en tierra extranjera, su cadáver se movía debajo de la tierra a través de las grandes aperturas y huecos hasta llegar a la patria. Los fariseos sostenían como doctrina primaria la resurrección corporal de los muertos; los saduceos la negaron completamente.

El encuentro con los fariseos y los herodianos

Una trampa inútil

Antes de Jesús conversar con los Saduceos, según Mateo 22, los fariseos enviaron a sus discípulos y algunos herodianos a preguntarle a Jesús si era lícito pagarle tributo a César, el Emperador Romano. Le preguntan: "Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?" (verso 17). Unir a los herodianos con fariseos, quienes mutuamente no se querían, resulta ser muy interesante. En cuanto a los impuestos, los herodianos, en su celo por la autoridad romana, eran diametralmente opuestos a los fariseos, porque los fariseos consideraban ilegal presentar o pagar impuestos al emperador romano. Los fariseos lo hicieron porque creían que sus leyes y costumbres prohibían poner sobre ellos a un extraño, especialmente a un gentil, como rey. La unión de los herodianos con los fariseos es prueba inequívoca de la pasión de su resentimiento, odio, miedo, malicia y su deseo de destruir a Jesús. The Pulpit Commentary [14] dice que la religión falsa (los fariseos) y la mundanalidad (los herodianos) estaban unidas en odio contra Jesús porque ambos son expuestos por él. Finalmente, encontraron algo en común: la necesidad de erradicar la amenaza a su forma de vida por cualquier medio necesario. La amenaza era Jesús de Nazaret y el medio para erradicar la amenaza sería su propia opinión sobre pagar tributos a Roma.

La pregunta hecha a Jesús era fenomenalmente ingeniosa. Cambridge Greek Testament Commentary for Schools and Colleges [15] explica que la pregunta fue hecha con tanta alevosía que parecía imposible que Jesús escapara sin consecuencias negativas contra su persona. Meyer [16] explica que la pregunta es más profunda de lo que parece, pues los fariseos y herodianos verdaderamente están preguntando: ¿Es lícito estar sujeto al César, o debemos estar sujetos solamente a Dios? Lange [17] menciona que en el pasado Israel pagaba tributo a reyes extranjeros, por ejemplo, a reyes babilonios y persas. Entonces, dados estos precedentes históricos, ¿por qué plantear esta pregunta como si pagar impuestos a un rey extranjero fuera algo nunca visto antes en Israel? Pett [18] señala que el hecho de que los gobiernos israelíes fueran leales a un rey, incluso a un rey extranjero, no era algo nuevo. El principio se detalla en Jeremías 27:5-22; Jeremías 38:17-20. Este principio emana del hecho de que Dios es soberano sobre todo los asuntos de los hombres y espera que su pueblo acepte y cumpla con sus responsabilidades civiles, incluso si están bajo la autoridad de un rey extranjero. Pablo confirma el principio en Romanos 13:1-7.

Entonces, si ya había precedentes donde Israel pagó tributo a un rey extranjero, ¿por qué estos dos grupos le pidieron a Jesús que opinara sobre si era correcto pagar impuestos a un rey extranjero? Watson [19] nos proporciona la respuesta. Si Jesús hubiera dicho "No", los herodianos lo acusarían de traición al Imperio Romano, lo que a su vez podría estancar o acabar con su ministerio público. Si Jesús decía "Sí", los fariseos estaban dispuestos a levantar al pueblo contra él como enemigo de las libertades y privilegios civiles de los judíos. Los fariseos podrían socavar su popularidad en la nación, lo que a su vez podría estancar o acabar con su ministerio público. No importara cómo Jesús contestara, sus palabras se usarían contra él mismo para socavar su popularidad y acabar con su ministerio público.

Una contestación asombrosa

Jesús, ya sabiendo en la situación y riesgo en que se encuentra, pide ver la moneda del tributo diciendo: "Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario" (verso 19). Ahora le pregunta al grupo: "¿De quién es esta imagen, y la inscripción?" (verso 20). El grupo le respondió a Jesús diciendo: "Le dijeron: De César." (verso 21). Si las monedas romanas tienen la imagen e inscripción de César, pues son de César. Partiendo de eso, Jesús les dijo "...Dad, pues, a César lo que es de César..."; porque le pertenecen a César. Barnes [20] comenta que, para efectos prácticos, la respuesta de Jesús favoreció a los herodianos, pues no hay razón para no pagar tributo a César. Jesús pudo terminar su respuesta así, pero no lo hizo. Inmediatamente, Jesús aprovechó la situación y cambió la conversación del plano terrenal al plano espiritual, diciéndoles "... y a Dios lo que es de Dios". Bell [21] nos dice que las cosas que lleva la imagen del César le pertenecen a él y luego aplica el mismo concepto a Dios; lo que lleva la imagen de Dios le pertenece a él. La imagen de César estaba en la moneda, pertenece a César; la imagen de Dios está en el hombre, el hombre pertenece a Dios. Su respuesta sorprendió tanto a los herodianos como a los fariseos e impidió que cualquiera de los grupos usara sus palabras en su contra. Ninguno de ellos anticipó que ellos mismos le iban a proveer a Jesús la salida a la trampa que le traían. El gran plan de los herodianos y fariseos se desvaneció.

Para Benson [22], da mucho a pensar ver cómo Jesús reprende a ambos grupos. Aunque no compartían mucha idiosincrasia en común, sí tenían algo en común y era que ambos grupos se negaban a reconocer sus obligaciones; unos a César y otros a Dios. Primero, a los fariseos les dice: sean honestos con ustedes mismos y dadle a César lo que ustedes mismos reconocen y aceptan que es de él; sus monedas de tributo. Luego a los herodianos dice: ustedes también, sean honestos con ustedes mismos, así como son celosos para todas las cosas de César, sean así también celosos con las cosas de Dios, y procura darle a Dios las cosas que ustedes mismos reconocen y aceptan que son de Dios.

Ahora, si a César se le da su tributo, ¿qué se le da a Dios? de Koning [23] señala que tanto los fariseos como los herodianos tienen obligaciones hacia el emperador y hacia Dios. Dar al emperador significa reconocer que ellos están bajo su autoridad. Dar a Dios significa reconocer que Dios vino a ellos en Cristo para recibir fruto de arrepentimiento. Nicoll [24] amplía este concepto y pregunta: ¿cuáles son entonces las cosas que son de Dios, las cosas que le debemos dar? Nicoll ve que le debemos a Dios adoración pública, devoción privada, todas las buenas obras que están preparadas para que las hagamos, la oración, el ayuno, ayudar al prójimo y el trabajo ferviente de toda la vida. El pueblo de Dios debe, sobre todo, darle a Dios el debido honor y obediencia. En aquellas cosas que conciernen a la Palabra de Dios, el culto mismo, la fe y la conciencia, somos obedientes solamente a Dios y no prestamos atención a las objeciones hechas por los hombres. Pero en las cosas meramente temporales, terrenales, que conciernen al dinero, las posesiones, el cuerpo, la vida, obedecemos al gobierno del país en el que vivimos.

Los deberes con Dios no eximen a los creyentes de cumplir con sus deberes civiles. Coke [25] dice que los creyentes, al cumplir con sus deberes cívicos, no deben olvidar ni apartarse jamás del deber que le deben a Dios; pero debemos recordar que cada creyente lleva la imagen del gran Dios, cada creyente debe pagar a Dios el tributo de sí mismo; es decir, debemos entregarnos a Dios por completo, sirviéndole en la medida de nuestras fuerzas nos permiten hacerlo. Con respecto a esto, Nicoll [26] expone que Jesús quería que los fariseos y herodianos entendieran que, aunque el reino de Dios no es de este mundo, los hijos de Dios, aunque son ciudadanos del reino de Dios, sin embargo, al mismo tiempo necesitan someterse al gobierno civil, ya sea el rey de Israel o de un gobierno extranjero; una cosa no impide la otra. Ellicot [27] explica que Jesús dio a entender que cumplir con los deberes terrenales no era obstáculo para la libertad espiritual del pueblo, ni para sus deberes con Dios. El mensaje era claro; Israel no estaba exento de pagar contribuciones a César, ni de testificar acerca de la soberanía de Dios, ni de brindarle a Dios su fe, su amor y su obediencia. Flemming [28] nos resume la enseñanza de Jesús diciendo que Jesús enseñó que nuestro deber para con Dios y nuestro deber para con las autoridades civiles no están en oposición. Todos tenemos una deuda con Dios y con las autoridades civiles por los servicios y beneficios que recibimos tanto de Dios como del país donde vivimos. Debemos dar a las autoridades civiles lo que les corresponde, sin olvidar de dar a Dios todo lo que le debemos.

Con estos dos mandatos, Jesús estableció de manera muy clara cómo proceder el creyente en la sociedad; se sirve simultáneamente a Dios y al estado, pero por separados. Con lo que se sirve a uno, no se sirve al otro; no se le quita lo que le pertenece a uno de ellos para entregarlo al otro, sino que a cada uno se le da lo que le pertenece. Kretzmann [29] cree que la respuesta de Jesús es más profunda de lo esperado al decir "Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios", porque él ve que Jesús está estableciendo explícitamente la distinción y separación entre Iglesia y Estado; coexisten, pero no están unidos. Calvino [30] coincide con esto al ver a Jesús estableciendo una clara distinción entre gobierno espiritual y civil, donde seguir las leyes civiles no tiene por qué impedirnos tener una conciencia limpia con Dios. Cristo optó por rechazar el error político y religioso de los fariseos de que, cualquiera que fuera el motivo que tuvieran, concluyeron que no serían pueblo de Dios, a menos que estuvieran libres de todo yugo de autoridad humana.

El valor de la moneda

Las monedas ahora obtuvieron otro valor adicional: el valor político. Poole [31] explica que los judíos tenían dos monedas; el siclo y el medio siclo. Pero el tributo romano no se pagaba en siclos; el tributo se pagaba en monedas romanas; en este caso, según Mateo 20:19, el tributo se pagaba con denarios y cada persona tenía que pagar tributo. Ellicot [32] nos explica que aceptar las monedas del emperador romano era reconocer su soberanía sobre Judea y sus habitantes. Según Poole, acuñar monedas se consideraba un acto del poder civil soberano, pero ahora los judíos no podían acuñar su moneda porque estaban sujetos al imperio romano; perdieron su soberanía. Ahora, la acuñación de monedas y la imposición del uso de monedas romanas eran consideradas una ofensa grave por varios judíos. El emperador podría ser considerado como usurpador del poder civil, pues no era hijo de David, pero Dios lo permitió porque los judíos aceptaron someterse a él cuando aceptaron usar su moneda. Exell [33] agrega que si los judíos hubieran rendido fielmente a Dios lo que le debían y hubieran seguido sus mandamientos (Éxodo 34:12-15, Jueces 2:2), habrían preservado su independencia como nación y nunca se habrían encontrado como se encontraban: subyugados políticamente, ocupados militarmente y obligados a pagar tributo a un rey extranjero, a César. Dicho todo lo previo, los discípulos de los fariseos y los herodianos se maravillaron de él y se alejaron. Henry [34] dice que tanto los amigos como los enemigos de Cristo se maravillan de su sabiduría y de su poder. La diferencia es que los primeros se dejaban guiar por él, pero los últimos no se sujetaron a él.

El encuentro con los saduceos

Otra trampa inútil

Habiendo visto el desastroso encuentro de los herodianos con Jesús, los saduceos deciden acercarse a Jesús para retarle. Los saduceos presentan el caso de una familia de siete hermanos donde uno de los hermanos muere sin dejar hijos con su viuda y, como consecuencia, se aplica la ley del matrimonio levirato (Deut. 25). Keil & Delitzsch [35] explican que los matrimonios de levirato eran bien conocidos antes de la existencia de la nación hebrea (Gén. 38) y que este tipo de matrimonio consistía en que un pariente varón cercano del difunto, preferiblemente un hermano, se casaría con la viuda del difunto, y engendraría un hijo con ella. Este hijo tomaría el lugar del difunto hermano y sería reconocido como heredero de sus bienes; de esta manera se preservaría la sucesión de las propiedades y el nombre del difunto no quedaría olvidado ni desaparecido en Israel. Los saduceos luego añaden que la mujer se casa con un cuñado para intentar tener un heredero, pero este hombre también muere sin tener hijos, por lo que ella debe volver a casarse. Esto sucedió hasta que ella es viuda de los siete hermanos, pero sin tener hijo con alguno de ellos y ella luego muere.

Algunos comentaristas nos explican que el verdadero propósito del caso era burlar a la Resurrección como creencia y a Jesús. Para los saduceos, este escenario demuestra que la resurrección es un disparate, ya que forzosamente la mujer estará casada con los siete hermanos a la vez; esto no se puede hacer porque ella entonces sería culpable de poligamia y poliandria después de resucitar de la muerte. La poliandria es una forma de poligamia en la que una mujer toma dos o más esposos al mismo tiempo [36]. Entonces los saduceos preguntan (Mateo 22:28) "En la resurrección, ¿de quién será esposa de los siete?". Henry [37] resalta que los saduceos estaban tan seguros de que Jesús no podría contestar, que ya sabían que le iban a decir: "No puedes decir de quién; por lo tanto, debemos concluir que no hay resurrección". Smith [38] cree que cuando los saduceos vinieron a Jesús, ellos pensaron que habían planteado un escenario tan absurdo que resolverlo haría lucir que aceptar la idea de la resurrección fuera una locura; solamente un tonto podría creer en la resurrección. Eso era el propósito de la conversación con Jesús; eso era el objetivo: ridiculizar la resurrección de los muertos de la muerte. En esto, Constable [39] coincide con Henry y Smith, y dice que ese mismo día, después de que los herodianos se marcharon, los saduceos se acercaron a Jesús con otra pregunta, pero con el mismo propósito: atraparlo en una controversia teológica que destruiría su reputación. Si los saduceos pudieran destruir la reputación de Jesús, esto impediría que la nación lo aceptara como el Mesías y ellos preservaran su lugar en la sociedad.

Jesús les permite a los saduceos que hablen y expongan sus argumentos sin intervenir. Cuando ellos terminan, entonces Jesús les responde sin mostrarles misericordia ni pena en el proceso. Lo primero que él les dice a los saduceos es que están absolutamente equivocados. Él les dice: "Erráis" y luego Jesús señala que hay dos razones por las que los saduceos estaban errados: "... ignorando las Escrituras y el poder de Dios." Whedon [40] explica que "errar" significa deambular. No es que se equivocaran, sino que intelectualmente deambularon; estaban perdidos por su ignorancia de las Escrituras. Baily [41] amplía esta idea y dice que la palabra griega original utilizada conlleva la idea de descarriarse, extraviarse o ser engañado. Peor aún, se podría entender que las palabras de Jesús significan: "Su ignorancia es tan grande porque ustedes se engañan a ustedes mismos". Pero, ¿cómo se engañaron a sí mismos estos líderes religiosos? ¿Cómo llegaron a tal nivel de ignorancia? ¿Qué hicieron para dejarlos espiritualmente ciegos?

Acerca de ángeles y resucitados

Habiéndolos regañados por su falta de dedicación a las Escrituras, Jesús procede a corregirlos, explicando sus errores, pero primero resuelve la interrogante acerca de la existencia de los ángeles. Según Fleming en su comentario bíblico [42], Jesús les dijo a los saduceos que su pregunta carecía de sentido, porque como ellos no aceptaban la validez de la resurrección, ellos no podían entender que las leyes de Israel se aplicaban solamente a los israelitas en esta vida presente, no en la vida venidera. Hole [43] señala que los saduceos estaban seguros de que con su pregunta podrían avergonzar a Jesús y ridiculizar la creencia en la resurrección, y que para ellos la resurrección era regresar a la vida bajo las condiciones regulares en este mundo. Ellos estaban seguros de que Jesús sería avergonzado en público y ellos mismos se confirmarían en su incredulidad. Para su sorpresa, Jesús les dejó claro que la vida después de la resurrección no será una continuación de la vida terrenal actual, sino que será otra forma de vivir completamente diferente a lo que ellos conocían (Lucas 20:34-36; 1 Corintios 15:35-44). El estado final de los redimidos será como el de los ángeles, donde "...en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo" (Mateo 22:30). Si bien la conversación es acerca de la Resurrección, con estas palabras, Jesús les corrige su error de no creer en otros seres como ángeles y demonios.

Habiendo ya dejado claro que los ángeles existen y que la vida después de la resurrección no será como la vida que conocemos, Jesús emprende contra la negativa de los saduceos a aceptar la resurrección de los muertos. Acerca de la resurrección de los muertos, Coffman [44] dice que sin duda las Escrituras enseñan y establecen la resurrección como una realidad futura. Pasajes, como Daniel 12:2 y Job 19:25-27, enseñan y establecen claramente la resurrección como un concepto legítimo. Jesús dejó claro, sin lugar a duda, a todo el público presente que la incredulidad de los saduceos se debía a la ignorancia voluntaria de los saduceos de las Escrituras que ellos irónicamente afirmaban seguir. En cuanto a su objeción de que la resurrección debería ser imposible debido a los absurdos que crearía, Cristo la descartó, atribuyendo el conflicto que ellos proponían que se iba a crear en el escenario que ellos presentaron a su ignorancia del poder de Dios.

Jesús dirige su enfoque ahora a la resurrección. Jesús, sabiendo que los saduceos decían que eran discípulos de Moisés y seguían sus escrituras, les dijo: "¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios...?" Jesús no cita a Moisés, cita a Dios mismo como la fuente que inspiró a Moisés a decir: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob... Dios no es Dios de muertos, sino de vivos". El pasaje citado aparece en Éxodo 3:6 y 15. Este fue el incidente en el que Moisés encontró la zarza que estaba ardiendo, pero que no se consumía. Burkitt [45] presenta que el pacto entre Dios y la nación de Israel, el pacto entre Dios y los saduceos, estaba vigente; de lo contrario, los saduceos no podrían decir que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, es el Dios de ellos. Como los saduceos estaban vivos, entonces Dios es Dios de vivos, y no de muertos. Para Burkitt, si una relación cae, necesariamente cae la otra; inevitablemente, de alguna manera, Abraham, Isaac y Jacob necesariamente tienen que valer por seres vivos.

Podemos verlo de otra manera. Barnes [46] llama nuestra atención al hecho de que Abraham, Isaac y Jacob llevaban siglos muertos cuando Moisés registró el incidente: Abraham llevaba 329 años muerto, Isaac llevaba 224 años muerto y Jacob llevaba 198 años muerto; sin embargo, cuando Dios le habló a Moisés, Dios se refiere a sí mismo como "su Dios". Dios es Dios de los vivos, así como los mismos saduceos estaban vivos en ese momento, y no es el Dios de los muertos; con esto debemos entender que es irracional decir que Dios reina sobre los inexistentes. Él es Dios únicamente de aquellos que viven y existen. Entonces, ¿cómo pueden considerar existentes a Abraham, Isaac y Jacob si están legítimamente muertos? Gill [47] nos contesta la pregunta al decir que, aunque Abraham, Isaac y Jacob están muertos para los hombres, no lo están para Dios. Burkitt [48] le añade que, aunque Abraham, Isaac y Jacob están muertos, vivirán de nuevo en la resurrección de los justos. Si los saduceos metafóricamente deambulaban dentro de la ignorancia espiritual, Bengel [49] explica que fue así porque no entendían a Moisés porque, por su propia voluntad, ellos se negaron a reconocer y leer las escrituras de los profetas que explicaban, que ampliaban, lo que Moisés había escrito.

¿Y qué del "poder de Dios"?

Vimos cómo Jesús corrigió el primer error de los saduceos por ignorar las Escrituras; queda por entender cómo sucedió que los saduceos ignoraran el poder de Dios. Para Gill [50] ignorar "el poder de Dios" era que los saduceos menospreciaban cuán poderoso Dios es, pues, si Dios fue capaz de crear a los hombres del polvo de la tierra, ¿qué podría impedirle a Dios volver a hacerlo? Nada podría impedir que Dios los resucite, incluso aun si volvieran al polvo de donde vinieron (Génesis 3:19). REV Bible and Commentary [51] coincide con Gill, pero le añade que el poder de Dios no solamente es capaz de resucitar a los muertos, sino que el poder de Dios va a resucitarlos diferentes de cómo estaban en la tierra en una doble transformación donde ya la muerte no tendrá dominio de ellos y serán como los ángeles. Esto lo establece Jesús en Lucas 20:36: "Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección". Por último, Exell [52] expone que, al ignorar parte de las Escrituras, los saduceos no llegaron a entender el poder de Dios a quien nada es imposible. Con respecto a la resurrección, Dios puede hacer lo que los saduceos no se imaginaban: cambiar la naturaleza carnal a espiritual, y transformar a un humano a un nivel superior a lo presente, pero preservando su identidad.

Últimas palabras

En su encuentro con diferentes grupos del poder civil-religioso un día en el templo durante su última semana antes de ser crucificado, a Jesús le fueron presentados situaciones para que él opinara de ellas, donde las situaciones fueron creadas para hacer caer del favor del pueblo o del poder político. En la primera situación vista, Jesús enseña que sus seguidores no están exentos de cumplir con sus deberes civiles ni con sus deberes con Dios; el primero no impide al segundo. En la otra situación vista, Jesús deja claro que la creencia de la resurrección tiene su origen en las Escrituras y se hará realidad por el gran poder de Dios.

Referencias

  1. Bullinger, Ethelbert William. "Commentary on Mark 12". "Bullinger's Companion bible Notes". https://www.studylight.org/commentaries/eng/bul/mark-12.html. 1909-1922.
  2. Garner, Albert & Howes, J.C. "Commentary on Mark 12". Garner-Howes Baptist Commentary. https://www.studylight.org/commentaries/eng/ghb/mark-12.html. 1985.
  3. Barclay, William. "Commentary on Matthew 22:29". "William Barclay's Daily Study Bible". https://www.studylight.org/commentaries/dsb/matthew-22.html. 1956-1959.
  4. Elwell, Walter A. Entry for 'Sadducees'. Evangelical Dictionary of Biblical Theology. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/bed/s/sadducees.html. 1996.
  5. Barnes, Albert. "Commentary on Acts 23:8". "Barnes' Notes on the Whole Bible". https://www.studylight.org/commentaries/bnb/acts-23.html. 1870.
  6. Fleming, Don. Entry for 'Pharisees'. Bridgeway Bible Dictionary. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/bbd/p/pharisees.html. 2004.
  7. Hastings, James. Entry for 'Pharisees'. Hastings' Dictionary of the Bible. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/hdb/p/pharisees.html. 1909.
  8. Morrish, George. Entry for 'Herodians'. Morrish Bible Dictionary. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/mbd/h/herodians.html. 1897.
  9. Fausset, Andrew R. Entry for 'Herodians'. Fausset's Bible Dictionary. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/fbd/h/herodians.html. 1949.
  10. Editor Charles Baily, "Commentary on Mark 3:6". "Contending for the Faith". https://www.studylight.org/commentaries/ctf/mark-3.html. 1993-2022
  11. Fleming, Don. Entry for 'Sadducees'. Bridgeway Bible Dictionary. https://www.studylight.org/dictionaries/eng/bbd/s/sadducees.html. 2004.
  12. Barclay, William. "Commentary on Matthew 22:29". "William Barclay's Daily Study Bible". https://www.studylight.org/commentaries/dsb/matthew-22.html. 1956-1959.
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  14. Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Commentary on Mark 3". The Pulpit Commentary. https://www.studylight.org/commentaries/eng/tpc/mark-3.html. 1897.
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